19/7/14

Caca sin ser pedo (Soneto)


A todo aquél que vive del talento ajeno,
por debajo del famoso, al lado o a mil leguas.
Que será usado de mamporrero o yegua,
de la desazón de quien es su amo, dependiendo.

A todos esos que creen ser caca y, es cierto,
que no llegarán nunca a ser pedo mal tirado.
Aunque la borrachera a veces hayan aguantado
de su amo que, dormido y borracho, cae al suelo.

Hablo del que se afana en limpiar bien lo manchado;
soliéndole tender y planchar bien la colada;
quita el vómito y deja todo muy bien aseado.

Y, por ver al dueño contento y bien cuidado,
llegan a morder a su orden la almohada,
por aparecer en las portadas junto al amo.

7/7/14

A los contertulios (Soneto)



No es malo, al callar, parecer que eres bobo,
lo es, lograr, al hablar, demostrar ser estulto,
y gritar tu memez, siempre, al resto del mundo,
que pueda opinar que ciertamente eres tonto.

Por ello, cállate, aunque parezcas un necio,
mejor callado, sí, aun siéndolo con orgullo.
que demostrar siempre, con todos esos rebuznos,
que tu idea entre basura, buscas en tu cerebro.

Pero peor, podría ser, aquel que se regodea
en televisión, en su absoluta ignorancia
sea hombre o mujer, sea lelo o sea lela.

Demostrando así, que eres tonto al trasnochar,
o desde que despiertes pronto en la mañana,
hasta que acompañado, o solo, te vas a acostar.

9/12/13

Maduro, el ornitólogo habilitado.



La Asamblea Nacional de Venezuela dio un paso en firme a favor del chavismo al otorgar poderes legislativos a Nicolás Maduro con la aprobación por todos esperada de la Ley Habilitante. No obstante, la oposición considera que el gobierno chavista ya tiene suficiente poder entre sus manos como para haberle otorgado aún más poder a este individuo. Es ésta, una decisión cuestionada, además, por el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, un habitual valedor del gobierno bolivariano. Lo que nos hace pensar que Maduro está dividiendo el chavismo porque hay opiniones encontradas en su modo de hacer política dentro del régimen. No obstante, a nuestro modo de ver, los propósitos encubiertos del ornitólogo and friends, parecen ser dos: A saber, por un lado profundizar en el modelo económico de control de precios impuesto por su antecesor Hugo Chávez radicalizándolo; y por otro, dar un golpe de opinión que le permita enfrentar las próximas elecciones del día ocho de diciembre con la creencia de tener la suficiente garantía de que conservarán la mayoría de las 335 alcaldías y curules de los concejos en disputa. Las previsiones no son buenas para el ornitólogo. Por lo que tiene que buscar cualquier medio para, valiéndose de su poder, mantenerse en su trono. 

Si ya fue polémica la llegada de Nicolás Maduro al gobierno de Venezuela. Con las famosas escenas dantescas vividas en las elecciones presidenciales y posterior recuento de votos. Ante cuya falta de claridad y seriedad la oposición negó que se siguiera llevando a cabo por la imposibilidad de llegar a buen puerto. No lo es menos el modo en que se ha conseguido llevar a cabo la concesión de la Ley Habilitante por parte de la Asamblea Nacional. Como ya hicimos constar en anteriores artículos, para este fin, el gobierno chavista necesitaba la mayoría que le otorgaba el Diputado número 99 y éste fue conseguido de un modo, cuanto menos, extraño. Se le llegó a retirar a la diputada Aranguren, contraria a la habilitante de Maduro, por actos de supuesta corrupción, la inmunidad parlamentaria y el derecho a votar dicha ley. De modo que su lugar fue ocupado por el diputado Flores quien, tras estar en paradero cuasi desconocido, se presentó en la Asamblea Nacional y emitió su voto. Sin que apenas se le pudiese escuchar el razonamiento esgrimido para otorgarle los poderes especiales a Maduro, por los vítores anticipados de los chavistas como se pudo comprobar en la emisión de la televisión oficial.

Todo ello se llevó a cabo con la excusa de realizar una cruzada contra la malversación de fondos. Por ese supuesto motivo ético la Asamblea Nacional le otorga facultades para legislar al amigo de los pájaros. Si bien, la enorme crisis económica que vive Venezuela ha cambiado el argumento chavista modificando el objetivo principal de la necesidad de esas facultades que se le otorgan a Maduro, que pasa a ser la regulación de todos los bienes y servicios que circulan por la República Bolivariana profundizando en la política económica llevada a cabo por Chávez y, como hemos dicho, garantizarse el éxito electoral del próximo día ocho de diciembre. De modo que establecerá límites legislativos al porcentaje de beneficio que les queda a los comerciantes, lo que implica un mayor control gubernamental de las finanzas. Así, en lugar de cambiar la política económica errática del gobierno venezolano, modifica determinados factores que influyen en la misma a golpe de decreto, con la intención de cuadrar los números. De modo que, como decíamos la pasada semana, están intentando controlar el déficit a golpe de prohibiciones. 

Obviando que el modelo económico bolivariano se basa en la necesidad de entrada de mercancía al país, puesto que Venezuela importa un 96% de lo que consume. A tal fin, el gobierno les asigna dólares subsidiados para que obtengan un margen razonable de ganancia. Sin embargo, ante la imposibilidad de reponer la mercadería en un breve lapso de tiempo, el importador se ve obligado a acudir al mercado negro para su reabastecimiento. Provocando con todo ello que el coste de reposición se calcule con respecto al precio del dólar en el mercado negro que ha llegado a multiplicar por diez el valor de la divisa controlada en las últimas semanas. Con el problema añadido de que el Bolívar se ha devaluado desde el fallecimiento de Hugo Chávez en un 62,36% sin que el actual gobierno haya sabido solventar estos problemas. Estos desequilibrios son los que provocan, entre otros, el enorme deterioro del salario. Si bien es cierto que, al no tener información sobre la cotización de la moneda estadounidense en un mercado distinto al oficial, se favorece la especulación. 

Mientras el gobierno se niega a reconocer que el origen de los desequilibrios está en su política económica. A pesar de que cada mes, el Banco Central de Venezuela en sus informes, muestra una grieta más que evidente en su economía. A lo que Maduro contesta llamando a la “guerra económica” contra sus enemigos de clase y asegurando que la solución pasa por un férreo control presupuestario y económico a base de decretos. Lo cierto es que en octubre la inflación fue del 5% mientras en los últimos doce meses ha sido del 45,8% lo que se agrava porque la escasez en el país ascendió al 22%. A través, pues, de la ley habilitante, el ornitólogo pretende conseguir la última y definitiva arma del gobierno para acabar venciendo esta “guerra económica”.

Una guerra económica que a algunos nos ha hecho llevarnos las manos a la cabeza y sentir verdadero vértigo ante lo que puede suceder en un futuro no muy lejano en este maravilloso país. Tras la bochornosa actuación de Maduro quien, mediante un proceso sumario decretó unilateralmente que los comerciantes hacían usura por la inflación que provoca su errática política económica y que acabó exaltando a sus seguidores al grito de: “Que no quede nada en los anaqueles”. Intentando, de este modo, controlar la economía a base de decretos e incitando a algunos de sus seguidores al delito, puesto que dicha orden tuvo su continuidad en el posterior saqueo de las tiendas señaladas por el gobierno. No obstante hubo quien, sintiéndose avergonzado por el cariz que tomaba la situación generada por el ornitólogo y perpetrada por la oleada de asaltos provocada por la escasez imperante en la república bolivariana, decidió intentar detener semejante tropelía enfrentándose a los asaltantes. Lo que hizo que hubiera escenas vergonzosas en algunos casos, en varias ciudades de Venezuela. Si bien, fue en la ciudad de Valencia donde los altercados tuvieron mayor beligerancia. 

Todo ello lo pudimos ver en los vídeos colgados en las redes sociales, siendo ahí desde dónde nos han mostrado lo que nunca nos enseñará la televisión venezolana por la autocensura reinante, puesto que los medios oficiales muestran una realidad paralela en la que nada sucede, todo es hermoso, bucólico y maravilloso mientras que la crisis es un invento de los enemigos de la patria. Una patria, empero, que está hundiéndose por la nefasta gestión económica heredada y que ahora se ve empeorada por la incapacidad de Maduro. Lo que está haciendo que miembros históricos del chavismo duden de nuestro amigo el ornitólogo.

El infierno empieza aquí



En el desierto chileno de Atacama, en la mina de cobre y oro llamada San José, era donde los treinta y tres hombres protagonistas de esta historia trabajaban día a día. Eran trabajadores duros, como todos los mineros, que, tras su jornada laboral, se iban a tomar unos tragos para afianzar aún más su camaradería y compadreo entre sí. Sabían de la posibilidad de que algún día todo se viniera abajo y quedaran sepultados perdiendo su vida y echando a perder la de sus seres queridos. Todos los mineros viven sabiendo que esa realidad puede darse, y se da, de vez en cuando. Cada uno de los treinta y tres mineros tenía sus metas, sus ilusiones, sus sueños. Cada uno de los treinta y tres, empero, dejaron todas sus esperanzas enterradas para siempre sepultadas en esa maldita mina.

Las pesadillas de los treinta y tres comenzaron el cinco de Agosto de 2.010 cuando una masa de rocas del tamaño de un rascacielos se desplomó sobre estos treinta y tres trabajadores dejándolos sepultados durante sesenta y nueve días a una profundidad de más de setecientos metros. Todos recordamos el revuelo que produjo la noticia del derrumbamiento. Todos seguíamos las novedades referentes a estos mineros con ansiedad, estupefacción y esperanza. Todos nos asombramos cuando dijeron que iban a utilizar una cápsula para intentar su liberación. Era una operación delicada, nos dijeron, pero salió a la perfección. También todos tenemos grabadas en la memoria las imágenes del rescate. Las imágenes del presidente chileno abrazando a los mineros liberados aquel trece de octubre fueron repetidas en cada periódico y en cada televisión de todo el mundo. Por lo que millones de espectadores fuimos testigos de tan espectacular rescate. Todos nos alegramos por ellos. Ignorando que su infierno comenzaba precisamente en ese instante. Paradójicamente cuánto más ascendían en esa cápsula salvadora, más se abría el infierno para cada uno de ellos.

Cuando se desplomaron las setecientas mil toneladas de roca y escombros sobre ellos, el aire desplazado los arrojó contra las paredes del túnel con violencia, produciéndoles heridas de diversa consideración. Más adelante, una vez rescatados, se repusieron de sus dolencias y fueron agasajados como héroes y recibidos e invitados a los lugares más variopintos y curiosos. Desde el Real Madrid que los invitó a participar como huéspedes de honor en sus instalaciones, hasta una invitación a Disney World o a programas de televisión donde alguno de los treinta y tres entonó canciones de Elvis Presley, ya que era su ídolo. Eran dioses. Eran famosos. Eran conocidos. Sus vidas parecían haberse resuelto. Pero la alegría es breve en la casa del pobre. Pronto empezaron los olvidos, dejaron de recibir las invitaciones a cualquier evento que antes llegaban a raudales. Dejaron de ser dioses y llegó un momento en que ni siquiera eran héroes. Es muy duro tenerse que reponer del batacazo que supone estar en lo más alto a lo que puedes aspirar y que todo ello se disipe de la noche a la mañana. Hay quienes se descubrían despertándose en una habitación de la casa distinta a la habitación en que se habían acostado. No sabían cómo habían ido a parar hasta allí. Eran víctimas de pesadillas que les acechaban en la oscuridad. Se despertaban empapados en sudor. Comenzaron a tomar medicación para dormir, para la hipertensión, para la depresión que les supuso el olvido. La más lacerante de las heridas. Pero además sus vidas se iban desmoronando sin que supieran ni pudieran solventar los problemas que les sobrevinieron.

El terapeuta de los treinta y tres, Rodrigo Gillibrand, les equipara a veteranos de guerra. Pues son víctimas de un claro estrés postraumático, además de por sus ataques de pánico y por las pesadillas que les impiden conciliar el sueño, porque su armazón emocional está desequilibrado. Oscilan entre la agresividad y el letargo, de manera que sus vidas, por su propia dolencia, se han ido desmoronando paulatina e incansablemente. Asocian sus sentimientos positivos a aquél pozo, por lo que todos tienen el deseo nostálgico de volver a trabajar en esa mina. Pero ninguno ha vuelto a trabajar de manera continuada. Alguno de ellos ha conseguido algún puesto de trabajo eventual pero nada duradero y serio. El resto está prejubilado y no trabajan por lo que se sienten desolados. Si bien, de los treinta y tres mineros, sólo diez siguen en contacto con los servicios del doctor Gillibrand. El resto prefieren refugiarse en la cerveza y contarle sus problemas al fondo de su vaso.

Le encomendaron a Víctor Segovia, el compañero al que llamaban “el escritor”, confeccionar un diario de su encierro. Pero, según comentan ellos mismos, aunque en el interior de la mina quedaron en que repartirían a partes iguales los beneficios de su historia entre los treinta y tres, Víctor vendió los derechos de su diario por 70.000 euros y no repartió nada. Por lo que es detestado por sus antiguos compañeros. Si bien, la ilusión volvió cuando conocieron la noticia de que el productor de la película “Rocky” llevaría a cabo un filme basado en el diario escrito por su compañero. Esa película les devolvería la atención del mundo y les devolvería al escalafón del que los bajaron abruptamente. Pero lo que de verdad esperan es poder obtener un futuro sin problemas económicos. Sin embargo, la película está en punto muerto y sus derechos se revenderán en 2.014. Agravado por el hecho de que, cuánto más tiempo se tarde en hacer la película, menos valdrá la historia de los mineros y menos interés suscitará con lo que menos ganas de hacer la película va a tener cualquier productor que se precie. Estuvimos equivocados. Nos vimos con la gente equivocada, escuchamos y pronunciamos las palabras equivocadas y firmamos los contratos equivocados.

A todo ello hay que añadirle el desprecio que sienten por ellos en Copiapó el resto de mineros de la zona. Puesto que muchos piensan que los treinta y tres provocaron el derrumbe para que los rescataran como a héroes y así hacerse de oro y salir de la ciudad minera de Copiapó. De hecho, la ira de los vecinos de esta ciudad minera se motiva en el hecho de que miles de ellos perdieron el trabajo tras el derrumbe de la mina San José. Puesto que ese derrumbe provocó que muchas pequeñas empresas cerrasen al no poder implantar las caras medidas de seguridad que con posterioridad a la catástrofe les exigían las autoridades. En lugar de los héroes que fueron en su día, ahora son marginados y además odiados entre sus conciudadanos. Se sienten poco menos que nada.

De modo que como dijimos antes, lo más paradójico del caso es que a medida que iban alejándose de la profundidad de setecientos metros que supuso el rescate en cápsula, sus vidas descendieron al mayor de los infiernos que supone el olvido de los ídolos. Héroes olvidados. No hay mayor crueldad que dar a probar un pastel a un niño hambriento y, después de que lo haya probado, quitárselo de los labios cuando el estómago ruge de hambre. Eso es lo que les pasó con la fama y con la vida regalada. Cuando empezaron a saborearla, se esfumó. Se les escapó de entre los dedos como un litro de agua. Inasible. Porque, en realidad, su fama no dependía de ellos. Demostrando que no eran más que ídolos con pies de barro que se fueron derrumbando poco a poco. Hundiéndose cada vez más en el barro de sus pies. Demostrando también que para llegar a ser conocido basta un golpe de suerte, pero para mantenerse en la cima tiene que haber una base sólida que permita caminar por las alturas. Tienes que tener algo que ofrecer. Pero si se es un ídolo de barro que pone todas sus esperanzas en promesas que son reiteradamente incumplidas haciendo que la puerta de salida de su infierno particular esté cada vez más alta y más lejos, al final tu vida se desmorona. Encerrándolos para siempre en el infierno. La crueldad de la sociedad tiene estas cosas. El vaivén de la fama también es así. En el desierto de Atacama, de hecho, a la puerta de la mina San José, deberían haber puesto un cartel, que dijese: “El infierno empieza aquí”.

5/12/13

Lecciones de vida.



Casi todos nos habremos conmovido al ver desastres naturales que se han cobrado más o menos víctimas mortales; casi todos nos habremos ofendido e indignado al ver cómo han atacado salvajemente a nuestros vecinos, y a  nosotros mismos, con atentados brutales e indiscriminados que han regado de sangre las calles de nuestras ciudades; casi todos nos habremos impactado y asustado al ver imágenes de accidentes salvajes en televisión. En cambio, lo que sí hemos hecho todos sin excepción ha sido ayudar. De uno u otro modo. En mayor o menor medida. Según las posibilidades de cada uno, pero ayudando a los demás. Sin esperar un beneficio a cambio. Ningún tipo de beneficio. Demostrando que somos personas. Ni más ni menos. También demostrando que somos ciudadanos. Que no es poco. Dando lecciones al mundo. A todo el mundo. Dando lecciones de vida.

Tengo por muchos motivos muy presente el recuerdo de las imágenes del atentado de Madrid del 11 de Marzo de 2.004. Unas imágenes en las que se ven los andenes del Pozo del tío Raimundo, de Santa Eugenia, de Atocha y en tantos y tantos lugares afectados, abarrotados de gente dispuesta  a ayudar. Los andenes de las estaciones y sus alrededores atestados de gente ayudándose, o intentándolo, unos a otros. Algunos estaban ayudando “in situ” intentando socorrer a los heridos o evacuar a los fallecidos. Según lo que se requiriese en cada momento. Otros, en cambio, arrojaban mantas, sábanas o lo que se precisara por las ventanas de sus casas para que fuese utilizado como mortajas, improvisadas vendas o para fabricar rudimentarias camillas. Todo era poco para ayudar a los heridos. Todos estaban con un nudo en el estómago. Aguantándose las ganas de llorar. Tragándose las lágrimas. Incapaces de comer porque había que seguir ayudando hasta que todo acabase. Pero no acababa. Sintiéndose débiles. Temblando de frío y por la tensión acumulada. Asustados. Horrorizados. Pero combatiendo el horror. Ayudando. Dando una lección. Una enorme lección de vida, de humanidad.

Los días siguientes al terrible atentado de los trenes de Madrid, los madrileños estábamos afectados por los sucesos. Nos sentíamos heridos en lo más profundo. Unos porque habían perdido a algún familiar o amigo en la maraña de vagones retorcidos y calcinados; otros, empero, porque sentían una enorme angustia a la hora de volver a montar en un tren de cercanías o en el metro. El que no conocía a alguna víctima, conocía a algún familiar de alguna víctima. De modo que, finalmente, casi toda la ciudad había de uno u otro modo sido víctima del atentado. Facilitando que todos nos sintiésemos víctimas. Hubo gente que requirió asistencia psicológica después de haber ayudado en los andenes. Recuerdo en el metro, ver gente con miradas perdidas. Lágrimas asomándose. Rostros tristísimos. Terror a flor de piel. Hombres y mujeres rezando mientras se ponía en marcha el tren. Si se detenía en medio de un túnel, algún grito que se dejaba escapar. Llantos mudos. Las lágrimas antes contenidas se vertían en la oscuridad del túnel. El miedo afloraba sin distingos. La tristeza campaba a sus anchas por todos los rincones. La ciudad estaba triste. La gente estaba triste. Pero seguimos trabajando. Seguimos haciendo nuestra vida. De tripas corazón. Intentando rehacer nuestras vidas. Pasando página. Dando una nueva lección de vida. De sacrificio ciudadano.

Y es que, esas lecciones de vida se quedaron grabadas en lo más profundo de mi alma. Un alma henchida por el orgullo que sentí. Un vívido orgullo por mis conciudadanos, por mis convecinos. Por todos esos héroes. Entre los que quiero destacar a mis primos y mis tíos que también estuvieron en uno de aquéllos andenes ayudando sin desmayo. Ofreciendo su tiempo, dando su vida y regalando su sacrificio por los demás. Un orgullo que me lleva al borde de las lágrimas cuando recuerdo a tantos y tantos héroes anónimos que no pedían nada a cambio y que tanto dieron. Que no obtuvieron más que la satisfacción por el deber cumplido y algún que otro trauma. Una satisfacción merecida. Algún que otro trauma también porque tiene que ser muy duro verse en medio de un escenario tan dantesco como fue aquél. Ese jueves quedó grabado en mi memoria. Quizá lo que más recuerde sea la tristeza. Pero una tristeza difuminada, como digo, por el orgullo que he sentido, y sigo sintiendo, por aquéllos héroes. 

En cambio, exactamente en la misma medida en que me enorgullezco del ciudadano que fue a ayudar, detesto y me asquean los que buscaban un beneficio morboso. El asco y el rechazo, casi siempre es inversamente proporcional al orgullo sentido. Pues bien, mientras que el ciudadano luchaba con sus miedos y ayudaba, tragándose todo aquél temor paralizante, a los heridos; estos otros se enzarzaban en discusiones, más o menos vehementes, por ver quién había sido el responsable de semejante barbarie. Una búsqueda de culpable cuyo objetivo no era otro que obtener un rédito político. Por lo que, bien pensado, estos últimos también nos dieron toda una lección de vida. Una lección en la que nos demuestran lo que les interesamos. Una lección en la que nos enseñan cuáles son sus prioridades. Una lección, en definitiva, con la que demuestran que no están a la altura de los ciudadanos.